D e c í a m o s   a y e r

… Entre todos, habíamos conseguido consolidar un grupo coral sólido, consistente, bien armonizado, bien avenido, sin fisuras. Muy peculiar, por otra parte.

Breve fotografía global

Para empezar, no había tenores.

En segundo lugar, para formar ese quinteto de bajos ya mencionado en la primera entrega de estas crónicas, había sido necesario reforzarnos con una mujer, como todo el mundo sabe: Teresa.

Y con el resto de mujeres (una legión, en comparación ese minúsculo pelotón que formábamos los hombres) pudieron formarse tres cuerdas: dos de sopranos y una de altos. De esta manera, pudo construirse así un grupo coral en el que, aunque no había tenores sí que había cuatro familias de voces. Y lo más reseñable es que esta situación tan inusitada nunca transmitió la sensación de improvisación; nunca dio la sensación de que se había decidido tirar por la calle de en medio porque no quedaba otra; todo fluía con gran naturalidad.

Y ahora que sí que tenemos tenores, continuamos manteniendo las cuatro cuerdas antiguas. Ahora funcionamos con dos cuerdas de sopranos, una de altos, otra de tenores y otra de bajos. Esta gran variedad de recursos musicales humanos redunda en una gran versatilidad. Y a su vez, esta gran versatilidad aporta un más amplio abanico de posibilidades a la hora de generar diferentes versiones corales; como muy bien sabe Marina y sabemos todos. Lo mismo podemos cantar una canción versionada para dos voces, que para tres, cuatro o hasta cinco. Siempre según el criterio de nuestra directora, claro.

Peculiar era el coro antes, y peculiar es ahora.

Breve reseña

Y así, la etapa que duró poco menos de un quinquenio, concretamente el cuarto de este siglo XXI, fue la que se puede considerar como de consolidación del coro. Imposible elaborar una relación exhaustiva de todas las anécdotas, de todas las vivencias, de todos los buenos momentos de esta etapa. Fueron tantos que la tarea resultaría agotadora…

¿Qué se puede decir? ¿Qué característica podríamos considerar como emblemática de esta época?… Pues quizás, que nos acompañaban por entonces en nuestros conciertos dos solistas profesionales: Miguel y Brítani. Y Antonio al piano. Los tres acudían también a los ensayos siempre que podían. Y aunque nosotros nunca conseguimos dejar de ser aficionados, a ellos la diferencia de nivel nunca se les subió a la cabeza. Se notaba que les gustaba compartir con nosotros esos momentos musicales. O eso me parecía a mí.

Por lo que se refiere a mi colaboración en el coro, ésta vino marcada desde el principio por una situación personal y familiar ligeramente complicada. Tenía yo entonces serios problemas para adaptar los horarios de mi vida personal a las necesidades del coro. Y esto, desde el mismo momento en que ingresé. Situación ésta, que se prolongó durante unos cuantos años… No resultaba agradable tener que salir a toda prisa en cuantito que finalizaba el ensayo, sin detenerme a charlar con nadie ni un solo momento. No calificaría yo esa sensación como amarga, pero sí como ligeramente agridulce. Como quien se levanta de la mesa con el postre en la boca… Tardé yo varios años en poder compartir las cañas post-concierto. Recuerdo con gran nitidez la primera vez que no tuve necesidad de salir escopetado…Y es que, como todos sabemos, la primera vez siempre es especial. Pero, en líneas generales, resultaba agobiante hacer vida coral asumiendo que en absoluto estaba garantizada la participación en el siguiente concierto. De hecho, creo que llegué a perderme alguno. Pero así es la vida.

Nuestras Grabaciones

Y en ese cotidiano devenir de la vida coral, una de las experiencias más reseñables es la grabación de varios de nuestros temas del momento (de ese momento):

A base de buena voluntad conseguimos organizarnos para sacarnos del sombrero dos días libres (no consecutivos), en los cuales celebramos sendas sesiones de trabajo en un estudio de grabación. La experiencia, inédita para la mayoría (o al menos para mí), fue altamente positiva.

Grabación profesional en estudio

Lo más novedoso: la imperiosa necesidad de guardar un silencio absoluto mientras se canta. Cuando te encierras en una habitación insonorizada, con los micrófonos conectados, se graba todo lo que suena. No importa el nivel de decibelios. Si alguien tiene alguna cadenilla que se mueve ligeramente con algún movimiento de su dueño, queda grabado. Si una dama (o un varón) se engalana con un collar de cuentas, que no se mueva mientras canta porque el choque de las cuentas queda grabado. Si no te sabes la canción de memoria no puedes cantar, porque la vibración de las hojas al pasar de página queda grabada. Por supuesto, queda grabado un leve susurro murmurado al oído de quien tienes al lado, incluso aunque a tu interlocutor le haya costado oírte. Queda grabado todo lo que suena. De manera que tras cada intento en el que se detecta algún ruido no deseado se impone una repetición, con el gasto de tiempo que acarrea. Cuando estás en el aire no puedes ni moverte. Puede quedar grabado hasta un ligerísimo taconazo que hayas dado en el suelo simplemente por cambiar de postura. O un rastreo de pies. Y lo que sucede cuando queda grabado cualquier sonido indeseado es que hay que repetir la grabación y volver a empezar. Todo esto, exige una gran concentración por parte de todo el mundo a la hora de cantar. Pero quizás, esta leve incomodidad tenga sus ventajas… Quién sabe. Quizás, a la larga puede servir para acostumbrar al coro a funcionar así en los ensayos.

Mesa profesional edición

Pero dejemos constancia de lo mejor de todo: el descubrimiento de una nueva forma de cultivar la afición a la música; lo bien que lo pasamos; lo que disfrutamos cantando sin la tensión de las actuaciones en directo cara a cara con el público, sabiendo de antemano que cualquier posible error tendría solución; el ambiente que se respiraba, que era el que nosotros mismos estábamos creando. Se diría que el aire estaba impregnado de buenas vibraciones…

Yo soy partidario de reeditar esta experiencia. Por qué no. A estos beneficios someramente descritos, hay que añadir otro no menos interesante: a estas alturas del siglo XXI un vídeo bien gestionado que se suba a la red aporta más publicidad que cualquier concierto en vivo.

El mundo moderno funciona así ahora. El esfuerzo que nos va a costar a todos una nueva grabación valdrá la pena. Seguro.

El caso es que como resultado de todo ese trabajo nos quedó una grabación en CD con el fruto de varias sesiones de ensayo convencional. Una grabación con los siguientes temas: ADIEMUS, ÁNGEL’S CAROL, APAGA LA LUZ, BABA YETU, BO YABO HABOKER, GLORIOUS e INDODANA.

Siete temazos que con nuestro descaro habitual no dudamos en abordar sin el más mínimo pudor; siete temazos que cada vez que los escuchamos parece que los consideramos como algo nuestro; siete temazos, uno de ellos grabado al alimón con el coro de niños (Glorious); siete temazos que en el momento en que se escriben estas líneas se encuentran fuera de control, porque no parece haber nadie que conserve las grabaciones. (Sería una pena que se hayan perdido definitivamente. Así que, sirvan estas líneas como llamamiento especial a los integrantes más veteranos del coro, por si tuvieran en su poder alguna copia. A ver si hay suerte).

[ Continuará ]

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