larga vida al coro

10 aniversario

Se cumplen diez años desde que el Coro Confusa de Cabanillas del Campo iniciase su andadura. Un proyecto abierto, participativo y que ha ido creciendo a lo largo de esta década, contando con nuevas incorporaciones y manteniendo siempre su esencia. Un lugar donde personas de distintas edades, conocimientos y experiencias ponen su energía en común para aprender, cantar y compartir momentos llenos de magia.

Ganas, disciplina y compromiso

Lo fundamental para formar parte de este proyecto es tener ganas, un poquito de disciplina y compromiso. Contamos con una directora que es, sin duda, el alma del equipo. Marina sabe y es gracias a ella, que todo fluye y funciona. Los demás, ocupamos nuestro lugar, seguimos la senda que marcan sus manos y vamos remando.

No es necesario tener conocimientos en música para participar. Y ahí, precisamente, radica una de las claves de este proyecto: incluir, abrir, sumar. Las ganas de aprender y participar hacen el resto.

Experiencia beneficiosa y gratificante

Participar cantando en un coro es una experiencia que aporta muchísimos beneficios para sus integrantes (además, claro está, de ofrecer un buen momento a quienes vienen a compartir con nosotros los conciertos).

Conocer a otras personas con el interés por cantar es, evidentemente, el primero. Las relaciones interpersonales son siempre un aliciente, sobre todo cuando el elenco es tan amplio, tan enriquecedor. En este proyecto se generan conexiones entre personas muy distintas, en edad, en experiencia, pero que comparten el gusto por lo que hacen juntas. Como es lógico, surge la amistad, el cariño y el sentimiento mágico que teje la unión por algo que se cuida entre todos. Este ya sería un motivo suficiente para plantearse participar en un proyecto coral como Con Fusa.

Pero hay más.

Aprendizaje continuo y variopinto

Aprendemos a cantar, conocemos técnicas vocales gracias a los trabajos durante los ensayos. Es innegable que todos y cada uno de nosotros cantamos hoy mejor que el primer día. Lo vemos en nosotros mismos, y lo comprobamos en los demás. Recuerdo el día en que Elena compartió, emocionada, cómo había descubierto “un chorro de voz” mientras practicaba en el coche, rumbo a su trabajo. Llegar a esas notas que antes no llegabas, aguantar un sonido durante más tiempo, conseguir hacer ese giro que parecía imposible… con técnica y ganas, se puede alcanzar.

Somos un equipo. Y eso significa que el trabajo de todos y cada uno de nosotros es de vital importancia. Respetar a todos los compañeros y compañeras es la base para construir, nota a nota, cada una de las piezas que preparamos. Saber que tu papel es importante, genera responsabilidad y sensación de pertenencia. Un elemento que, en estos días inciertos, cobra una especial importancia, pues el individualismo parece querer imponerse en nuestra sociedad. Nuestro coro fomenta, precisamente, lo contrario: tejer una red, sentirse parte de un proyecto donde tu aportación es necesaria, y todas son importantes.

Aprendemos a respirar, y esto no solamente es fundamental para cantar. Lo es para nuestra salud, para la de cada día, cada momento. Ser conscientes del proceso de la respiración nos ancla en el presente, nos ayuda a conectar con nuestro propio cuerpo, a veces tan olvidado y tan descuidado. Incluso, ¡podríamos llegar a mejorar nuestra capacidad pulmonar!

Corregimos la postura, comprendemos la importancia de una buena disposición corporal. Una vez más, esto no solamente es importante para el arte del canto, sino que nos enseña también técnicas a la hora de hablar, de expresarnos y de presentarnos ante los demás.

Mantener el ritmo es otra de las claves fundamentales. Saber llevar el pulso es otra forma también de reconectar con el mundo. Entender la importancia de la constancia, del no adelantarse, ni retrasarse… apoyarse en el compañero, o ayudarle para que no se despiste en el caminar. Conectar con el latido de nuestro corazón y entender que todo en la Naturaleza tiene su ritmo es otro de los regalos que nos ofrece esta experiencia.

No he hablado todavía de la importancia que tiene para nuestro proceso cognitivo. Y es que el ejercicio de concentración que hay que hacer para aprender la voz que interpretas, la letra, la melodía… es un reto que, cuando se alcanza, da una satisfacción enorme. Concentración y memoria son ejercitadas constantemente. Aprender a no “irte” a otra voz, mientras mantienes la tuya es de lo más complicado, pero gracias al trabajo y a esas compañeras y compañeros que sirven de guía, se termina consiguiendo.

Equipo, terapia y amistad

Como en todo trabajo en equipo, aprendes a apoyarte en los demás, a confiar en ellos y a admirarles.

Acudir a una sesión de ensayo, cada viernes por la tarde, se convierte para muchos de nosotros en una terapia. Llegamos cansados, agotados, de todo el estrés acumulado durante la semana. Pero cuando salimos del ensayo, podemos comprobar cómo las “pilas” de nuestra batería interior salen “cargadas de nuevo”. El estrés desaparece, el bienestar emocional se dispara. Siempre ocurre igual: la magia de los ensayos es el motor que hace que, contra viento y marea, todos queramos participar, a pesar de nuestras complicadas agendas, de nuestras tareas personales. 

Fiestuki II - 02 Feb 2024

No siempre podemos acudir, pero cuando falta el ensayo en tu semana, lo notas y lo echas de menos.

Después vendrá, lógicamente, el gozo de ofrecer a nuestros seres queridos, a nuestros amigos, pero también a personas desconocidas, el fruto de nuestro trabajo. Es otra de las partes bonitas cuando ofrecemos recitales en eventos culturales, cuando vienen a escucharnos cantar y disfrutan junto a nosotros del resultado. Es una satisfacción compartida.

El enriquecimiento es enorme. El coro nos da muchísimo más de lo que nosotros, a nivel individual, aportamos. Pero ciertamente, lo mucho o poco que cada uno aporta, es imprescindible para conseguir el resultado final: disfrutar cantando y escuchándonos.

Hay una guinda en este formidable pastel: el coro de los niños y niñas. Cuando nos juntamos, cuando ensayamos y cantamos juntos, la sensación se multiplica: conectamos entre distintas generaciones, hacemos algo juntos y crecemos de la mano. Entre pieza y pieza, jugamos. Son nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros alumnos. Son niños y niñas que entienden la importancia de formar parte de un proyecto colectivo, para hacer algo bonito.

Tenemos la misma energía, la misma ilusión, concentración y esfuerzo. A pesar de la distancia. Solamente nos diferencia una cosa: que ellos, cuando hacemos una pausa de descanso, corren a subir al árbol que tenemos en el jardín. Seguro que dentro de diez años, verán a otros hacerlo, y será sin duda, otro logro colectivo.

Larga vida al Coro Confusa, larga vida a esta comunidad, a esta familia musical. Gratitud sincera por formar parte de ella.

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