Xabana, continua aprendiendo a ser una perra guía

Y el 2020 nos trajo la pandemia…

Mi instructora estaba muy contenta con la evolución de mi aprendizaje. Todo indicaba que ya estaba lista y que muy pronto conocería a mi futura usuaria. Y entonces se nos echó encima la dichosa pandemia, que paralizó las vidas de todo el mundo. También las nuestras. Os hablo del 2020, claro.  Todo lo que habíamos estado aprendiendo, la razón de nuestra existencia se esfumó porque se suspendieron los cursos para los futuros usuarios con sus futuros perros guía en la FOPG. Ni que decir tiene que estos cursos no pueden hacerse online. Pero tendría que haber alguna solución para nuestro caso. Y la Fundación se encargó de encontrarla. Veréis:

Un día en el que yo estaba un poco aburrida, mi instructora me preguntó que si quería conocer a mi futura usuaria. ¿Qué significaba aquello? ¿Por fin iba a conocer a la persona para la que me habían estado preparando tanto tiempo? ¡Pero no se habían suspendido los cursos? Ella me explicó que sí, que acababa de hablar con ella por teléfono y que había accedido a sustituir el curso de un mes de duración en las instalaciones de la FOPG por la modalidad de una semana de curso a domicilio. ¡MAAAADRE MÍA…! ¡Qué ilusión! ¡Qué nervios! Era el día 3 de septiembre…

Casa nueva y vida nueva: esta vez para siempre

Y así fue como el 19 de octubre mi instructora me subió en el coche y allá que nos fuimos a Guadalajara en busca de mi nueva amita. Y aunque me encanta viajar en coche, el viaje se me hizo largo, no creáis, y eso que dura casi tanto como el que vais a hacer algunos de vosotros dentro de unas semanas a mi antigua escuela el próximo 3 de junio.

Por fin llegamos a la puerta y llamamos al timbre. Mientras esperábamos a que abrieran, olfateé el aire y me pareció que era una casa con jardín: genial para poder correr, jugar y volverme loca. Pero en aquel momento no podía porque mi instructora me llevaba de la correa y se empeñaba en que pasara de largo y me dirigiera al porche de la casa. Y entonces es cuando la olí, y la vi: aquella chica pequeñita que esperaba al lado de la puerta tenía que ser ella, mi otra mitad, la que en un futuro sería mi compañera inseparable. 

Empieza formación a domicilio - Xabana conociendo su nueva casa

Lo primero que hice con la emoción de conocerla fue embestirle cariñosamente las rodillas y darle un buen lametón, después me presentaron a otros dos humanos que también estaban encantadísimos de conocerme. Luego mi instructora le dio mi correa a ella y me paseó por todas y cada una de las habitaciones de la casa dejándome olisquearlo todo, seguidos de los otros dos humanos, como si fuera un agente inmobiliario que intenta venderla. Y ya, después del tour, pudimos empezar el curso que consistía en practicar los recorridos a todos los lugares de su rutina diaria, desde la escuela de idiomas, a la farmacia, pasando por el centro de salud, el parque, la estación de tren, las paradas de autobús… y, por supuesto, mi veterinario.

Intensa semana de curso intensivo

Fue una semana intensa, muy intensa. También interesante, con momentos divertidos, pero también muy dura para las dos. Toda ella estuvo aderezada con una persistente y muy molesta lluvia, que no nos abandonó en toooooda la semana. ¡Con deciros que todos los días volvíamos como sopas las dos! Yo estaba hecha un lío. Claro, me meten de repente en una casa que no conozco, a obedecer las órdenes de esta pavisosa -dicho sea con cariño- que está más nerviosa que yo y que a veces no se aclara y me da órdenes contradictorias, con cuatro gatos a los que no conozco de nada y que se empeñan en saludarme cada uno a su manera: la una, con

Lynxa, la gata que la recibió colgándosele del

bufidos, la otra, colgándoseme del cuello, como si fuera un monillo, el otro dándome tobas con la pata en el hocico y el otro restregándose de cabeza a rabo contra mi lomo. Y digo yo, ¿no podrían ponerse todos de acuerdo para hacer lo mismo?

Todos quieren conocerme

Y eso, por no hablar de los familiares y amigos de la familia de mi amita, todos, que llevaban casi tres años esperando y deseando conocerme y a los que ahora había que decirles que tenían que darnos tiempo y espacio para que nos conociéramos y nos acostumbráramos primero la una a la otra, aunque he de decir que siempre han estado y que están ahí para apoyarnos y ayudarnos en todo lo que necesitemos. Es decir, hubo un montón de gente a los que no conocía de nada y a quienes tenía que diferenciar claramente de mi amita… ¡Qué jaleo!

Y ella, la pobre, teniendo que aprender a confiar en mí, a darme las órdenes y a caminar sólo conmigo, dejando aparcado el palitroque ese o “bastón blanco” con el que se había estado desplazando hasta ahora, aunque, en honor a la verdad y, según sus palabras, desde que me conoce es como si hubiera cambiado una vespino por un mercedes.

Días y más días de aprendizaje, de recorridos, práctica de órdenes y, sobre todo, de llegar a conocer a mi usuaria, su forma de ser, sus costumbres, sus reacciones…

Ana y Xabana en la montaña. A guiar en la montaña no lo aprendió en la ONCE. Increíble perra.

¡NOS GRADUAMOS!

Aunque pueda parecer increíble, en sólo seis días lo logramos: ¡Mi amita y yo nos graduamos como unidad! Y ella pudo firmar el contrato con mi propietaria, que es la FOPG, en el que se recoge ese término legal que define la relación existente entre un perro guía y su usuario. Y la verdad es que el concepto tiene bastante sentido: es tal el vínculo y el cariño que desarrollamos por nuestros usuarios y ellos por nosotros, que es como si fuéramos un solo ser.

Ana y Xabana el último día de curso

Recuerdo que ese último día mi amita y yo tuvimos que pasar una especie de examen, hacer juntas un recorrido bastante complicado, y después, como digo, llegó el momento de firmar el contrato. Eso quiere decir que soy una perra con manual de instrucciones y contrato incorporado.

Derechos y obligaciones

Mi amita tuvo que saber que los perros guía seguimos siendo propiedad de la FOPG y que ella sólo tiene mi usufructo hasta el día de mi jubilación. Le explicaron también que tiene derecho a entrar conmigo en prácticamente todo lugar público, con muy, muy pocas excepciones, sin que le pongan pegas por el hecho de que yo sea una perra. De hecho, los únicos sitios en los que no puedo entrar son laboratorios, quirófanos y el agua de las piscinas públicas: ya veis lo que me pierdo, sobre todo, en el verano, que ya sabéis que soy negra… Aunque, para ser sinceras, aunque sea un labrador, el agua no es mi primera opción de ocio en mi tiempo libre… Pero eso, como dijo Michael Ende, “es otra historia y debe ser contada en otra ocasión…”

Aunque no todo son derechos, mi amita también tiene que cumplir con sus obligaciones, la primera, cuidar de mí y tratarme bien y con respeto, garantizar mi tiempo de descanso y juego, y tengo que decir que no lo hace mal. La tía se empeña en que tengo que estar lo más guapa y limpia posible para dar una buena imagen, no sólo mía como Xabana, sino también como perra guía, así que me cepilla toooodos los días durante media hora con cuatro cepillos diferentes y al final me pasa una bayeta húmeda. Como a mí me encanta, la verdad es que tampoco puedo quejarme. Vamos, que dedica más tiempo a mi aseo diario que a su propio maquillaje. Además, me lleva a que me pongan todas las vacunas y tratamientos internos y externos para garantizar mi bienestar y mi salud y los de todos los que tienen contacto conmigo, tanto los obligatorios como los voluntarios, y por ello me lleva al veterinario todas las semanas para asegurarse de todo esto, peso incluido y, dicho sea de paso, para ver a mis amigos veterinarios, y que me premien con muchos mimos y con alguna que otra galleta…

Por otra parte, aunque para ella no es una obligación porque al ser ciega está exenta, puedo aseguraros que recoge todos mis excrementos, cosa que, por desgracia, no todo el mundo hace. Si yo os contara lo mal que lo pasa algunas temporadas cuando me saca al parque… Y todo porque la gente no cumple con sus deberes como ciudadano y no se hace cargo de lo que le corresponde.

Despedida y cierre

En resumen, me siento una perra muy querida y tengo mucha suerte de pertenecer a una familia tan sociable, que me lleva a tantos sitios diferentes y que me cuida y me protege con tanto cariño.

En fin, que me estoy enrollando y… sí, juraría que la estoy oyendo llamarme… O mucho me equivoco o… ¡Es hora de mi paseo de la tarde! Me voy corriendo a la calle. Aquí os dejo de momento, pero “amenazo” con volver pronto con más batallitas perrunas…

Buenas noches y que la música os acompañe en vuestros sueños.

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